Hoy para variar, no voy a hacer una crítica positiva de algo. Aquí siempre hablo de lo que me gusta. Pero hoy, a lo Peter Griffin voy a hablar de lo que me saca de mis casillas.
Pues bien. Que caiga un mito, me saca de mis casillas. Pero que el mito caiga justo el día en que estoy recomendándolo a mis amigos... me desborda.
Eso nos ocurrió en el restaurante Carmelitas, de Barcelona, uno de nuestros favoritos de siempre.
No voy a ensañarme pero resumiendo:
- Tardamos más de tres horas en cenar.
- Nos sirvieron los entrantes por capítulos, después de reclamar y reclamar y reclamar.
- Los segundos llegaron fríos.- Pedimos que no nos sirvieran postres para abreviar, y aún así, tardamos más de media hora en salir.
Y ahora en positivo:
- Nos invitaron a una ratafía para compensar que estaba muy buena.
- No cobraron los cafés.
La próxima (iré algún día para poder retractarme - espero - de lo dicho), confío en que renazca el mito. No me parece de recibo que un restaurante se colapse por una mesa numerosa (aunque sean un grupo organizado de 30 guiris o aunque sea una mesa entera de la organización del Sónar), ya que el aforo, es el que es, y yo exijo lo mismo esté o no esté lleno (que no es más que cenar sin preocupaciones por un más que generoso precio).
Aunque vuelva y quedemos satisfechos... me lo pensaré dos veces antes de llevar a nadie allí.